Lev Iakubinski


 

El lingüista ruso Lev Petrovich Yakubinsky (1892-1945) asistió a la Universidad de Petersburgo de 1909 a 1915, durante un período de renovación académica y desafío en la lingüística rusa, que hasta entonces había estado dominado por el estudio neogramático del lenguaje. El enfoque positivista e historicista de los neogramáticos fue cuestionado por una gama de jóvenes académicos preocupados por la diversidad funcional y social del lenguaje como actividad individual y colectiva. En esta atmósfera caldeada de reevaluación y cambio Yakubinsky, junto con algunos de sus compañeros estudiantes y colegas, como Osip Brik y Viktor B. Shklovsky, fundaron, en 1916, la Sociedad para el Estudio del Lenguaje Poético, iniciando así el movimiento que posteriormente pasaría a la historia bajo el nombre de "formalismo ruso" (sin el cual, a su vez, escuelas de pensamiento y crítica como el estructuralismo, el postestructuralismo y la deconstrucción serían impensables). Además, fue profesor en el doctorado de Voloshinov.

Según Pau Sanmartín Ortí: "En este sentido, es ejemplar el artículo que escribió L. Iakubinski en 1923 “Sobre el discurso dialógico”. A diferencia de los trabajos de la lingüística estructural, el artículo de Iakubinski contenía ya una consideración temprana de algunas cuestiones de las que más tarde se ocuparían la semiótica y la pragmática, para remediar las lagunas y deficiencias de aquélla: el estudio de la interacción de los signos verbales con otro tipo de signos (mímica, etc.), la sustitución de las consideraciones lingüísticas en abstracto por un análisis del desarrollo concreto del intercambio lingüístico según la situación real comunicativa, etc. Con ello, Iakubinski pretendía desmarcarse de la tónica funcional que dominaba en la mayoría de estudios formalistas sobre el lenguaje, ajenos a la enorme variedad de formas de la comunicación  existente.

De entre las diversas formas comunicativas, Iakubinski escogía para este artículo el estudio de las formas dialógicas. Dicha elección le obligaba a hacer necesariamente consideraciones de tipo pragmático, pues, la forma del diálogo está condicionada por el contexto discursivo concreto en el que la comunicación se desarrolla. En el diálogo, el grado de percepción visual y auditiva que tengamos de nuestro interlocutor determina en gran medida la comunicación. En aquellas situaciones en las que nuestro interlocutor está presente (comunicación directa), el diálogo fluye menos perceptiblemente, más automáticamente, hablamos más rápido porque sabemos que en cualquier momento el interlocutor tiene la posibilidad de interrumpirnos con una réplica. Asimismo, como debemos organizar nuestro discurso-respuesta a la vez que escuchamos el de nuestro interlocutor, ni planeamos mucho la forma del mismo ni percibimos demasiado la forma del que escuchamos. Como vemos, los problemas de la automatización formal estaban muy presentes también en la reflexión lingüística del formalismo.

Ahondando en ellos, Iakubinski introducía el concepto de ‘masa de apercibimiento, como factor determinante de la comunicación. Junto con el factor de la presencia/ ausencia del interlocutor, se debe tener en cuenta que comprendemos el discurso de nuestro interlocutor no sólo por el estímulo verbal externo que supone escucharlo, “sino por nuestra experiencia interior y exterior, anterior a todo, y, al fin y al cabo, por el contenido psíquico del perceptor en el momento de la percepción” (p. 185). Es decir, que además de escuchar a nuestro interlocutor, tenemos que estar pensando en lo mismo si queremos comprenderlo, tenemos que compartir una ‘masa de apercibimiento’ similar. Ésta se compone de elementos constantes (nuestra competencia cultural y lingüística) y transitorios, originados en el momento mismo de la comunicación sobre el trasfondo de los primeros, modificándolos y complicándolos. La función de la masa de apercibimiento en la comunicación, es la de favorecer la economía lingüística supliendo la necesidad de explicitar numerosos elementos que normalmente quedan implícitos. Si nos tuviéramos que entender sólo por medio del significado de las palabras, tendríamos que usar muchas más de las habituales, recordaba Iakubinski parafraseando una reflexión de su compañero Polivánov.

La masa de apercibimiento explica, por tanto, la abundancia de esquemas automáticos en la comunicación habitual. Iakubinski llamaba la atención sobre cómo existen multitud de frases en la comunicación cotidiana, que repetimos a lo largo del día siempre en las mismas circunstancias y a las mismas horas. Como en el caso de la mímica, los elementos verbales se desplazan aquí a un segundo plano porque con la información que nos da el ambiente nos basta. Esto, si bien supone ventajas desde el punto de vista de la economía lingüística, nos priva de ser conscientes de las palabras y las situaciones designadas por ellas.

En 2018 se publicó por primera vez en castellano "Sobre el habla dialogal", una obra clave de la lingüística rusa de principios del siglo XX. Aquí, Lev Jakubinskij contribuye a conceptualizar la idea del lenguaje humano como actividad, define la noción de diálogo y formula los principios de su estudio, abriendo así los nuevos campos de la lingüística funcional y de la lingüística del habla.

Algunos investigadores coinciden en que este trabajo no solo influyó en los desarrollos conceptuales de Valentín Voloshinov y Lev Vygotskij, sino que en su análisis del diálogo se anticipó a las corrientes lingüísticas que, recién en los años 60, estudiaron los intercambios verbales en Occidente. Por esta razón, Jakubinskij ofrece un marco epistemológico contemporáneo y propicio para entender las problemáticas actuales de la diversidad lingüística y de la diversidad funcional de las lenguas.

https://editorial.unrn.edu.ar/index.php/catalogo/346/view_bl/61/aperturas/70/sobre-el-habla-dialogal?tab=getmybooksTab&is_show_data=1

 

También publicó un importante artículo titulado "F. De Saussure sobre la imposibilidad de la política lingüística” en la revista Lingüística y materialismo, vol. 2 , Moscú - Leningrado: Editorial Social y Económica del Estado, 1931, pp. 91-104.